Para el mundo en el que nos está tocando vivir, la Argentina está en offside inflacionario desde septiembre de 2005, cuando por primera vez después de la crisis de 2002 sobrepasó el 10% anual y nunca más volvió al dígito. Considerando que sólo dos países sobre 180 en el mundo tienen más de 20% de inflación anual (nosotros y Venezuela), el pronóstico de 27% con el que va a cerrar 2010 es un fuera de juego evidente. Para entender por qué hay inflación, a quién embroma y si se puede arreglar o no hay que entender lo que ha sido y es la esencia del "programa" económico.
Las características del período de gobierno iniciado exitosamente en 2003 fueron: elevada capacidad ociosa, altísimo desempleo, baja monetización de la economía y la todavía "fresca" hiperdevaluación con retenciones sin el típico pass through a la inflación. Todas juntas dieron lugar a una política monetaria superexpansiva desde el Banco Central, que encima era acompañada por un fisco con superávit en serio. En tres años, el nivel de actividad recuperó todo lo perdido en la crisis. De brocha gorda, las tasas de expansión monetaria superiores a 30% anual durante mucho tiempo eran absorbidas por un público que estaba rehaciendo sus saldos monetarios reales después del desastre de 2001. Esto permitió la "magia" (modelo para algunos) de pensar que alto crecimiento sin inflación y emitiendo moneda a lo loco es posible todo el tiempo, sin consecuencias macroeconómicas posteriores. La verdadera lección hasta allí es que, con independencia de lo político-ideológico, evitar la ortodoxia cuando es posible y hasta deseable evitarla fue claramente un acierto. Lo dogmático hubiera fracasado, como ocurrió en 2000-2001.
Pero las bondades del esquema tuvieron un punto de inflexión en 2006 cuando la tasa de inflación empezó a dar aviso. Para entonces, la demanda de pesos empezó a dar señales de agotamiento. El modelo eficaz que sucedió a la convertibilidad empezaba a necesitar service. Este es un punto de inflexión estrictamente económico, independiente de posteriores desaciertos políticos o de rumbo ideológico que tomó este período kirchnerista. La sociedad había llegado al máximo deseado de pesos en el bolsillo para una tasa de inflación que ya empezaba a mentir en la estadística y sin una tasa de interés tentadora para el ahorro.
Por lo tanto, la economía "heredada" por la actual administración a fin de 2007 era ya distinta, por lo bueno y por lo malo. Sin hiperdesempleo y sin capacidad ociosa, casi con techo (una vez más) en la tasa de inversión y con inflación de 20% anual. Todavía a esas alturas con algo de origen multicausal: precios que se seguían acomodando a la devaluación, algunas presiones importadas, reacomodamientos salariales y cómoda rentabilidad empresaria. Sin embargo, en lugar de entender el "service" (si se quiere, hasta sin cambiar el "modelo") se optó por más de lo mismo en todo sentido: profundización de estilos, instrumentos, esquema macro, objetivos, gente, etcétera. Y hete aquí el origen de la actual inconsistencia del programa que ha degenerado hoy en una inflación de 27% en el año y que tiene nombre y apellido: el expansionismo fiscal y monetario que como metodología a esas magnitudes se agotó en la transición 2006-2007.
Aun rechazando la gente nuevas tenencias de pesos hace ya varios años la montaña de emisión de moneda a más de 30% anual sólo se interrumpió en 2009 "gracias" a la sequía en el campo y a la fuga de capitales de los argentinos que "hicieron un programa monetario tan ortodoxo" que desinfló la inflación "sólo" a 15% anual aun con recesión del 3% en el PBI. Fue de prepo y se transformó en el peor de los mundos: cachetazo monetario y contracción por agotamiento de la tenencia de pesos recogiendo como fruto una recesión.
Por supuesto que 27% de inflación actual incluye además temas puntuales. La carne empuja, como muestra del fracaso de la política gubernamental, trigo y petróleo como factores internacionales. Cierto es que tarifas tira para abajo y compensa. Pero la causa madre es sin duda el pago del agujero del fisco y la compra de reservas en dólares con emisión monetaria a tasas que ya el programa no resiste sin inflación. No hay que ser siquiera monetarista para llegar a esta conclusión. Así como el dogma ortodoxo monetarista hubiera llevado al fracaso al proceso 2003, el posterior encaprichamiento ultraheterodoxo está llevando al fracaso poder dominar la inflación, mostrando una vez más la necesidad de contar con reputación, credibilidad y grados suficientes de flexibilidad para el momento oportuno para manejar la política económica.
Finalmente, los aumentos salariales o jubilatorios que tuvo este período empiezan a ser paliativos, no mejoradores de nivel de vida. Esto pasó muchas veces en la Argentina. En los últimos 12 meses, con la inflación de 27% anual promedio la suba de alimentos alcanzó 45%. En términos de clase media, taxi, combustible, diarios, colegios, ropa deportiva, prepagas y clubes superan 35% en el estimado anual. Aquí también cuesta mantener el poder adquisitivo.
Deberá erradicarse la idea de que sólo se crece con inflación. El mundo y la región lo desmienten. Lamentablemente el actual mecanismo de financiamiento fiscal y la actual política monetaria, que no van a cambiar, transforman la inflación en un fenómeno persistente y permanente. Será uno de los legados más nocivos de este período.
Carlos Melconian
El autor es economista
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