Los billetes que antes “quemaban” en los bolsillos y pasaban rápidamente de mano en mano ante la pérdida de valor, ahora se cuidan como un tesoro y hay reticencia a desprenderse de ellos. ¿Se resolvió el problema de fondo? Expertos revelan cuánto rinde hoy uno de $100 en relación a otros años
La Argentina sigue haciendo méritos para ser considerada un caso de estudio para los economistas de todo el mundo.
Esta vez, la "originalidad" tiene que ver con la forma en que los argentinos se relacionan con su dinero y los cambios imprevistos que ocurren en este "romance".
Sucede que, tal como dicen los manuales, lo esperable para los países con muy alta inflación es que la sociedad tienda a sacarse rápidamente los billetes de encima, consciente de que éstos irán perdiendo su valor, conforme transcurra el tiempo.
Experimenta la sensación de que los pesos "queman" en el bolsillo. Y que hay que deshacerse de ellos cuanto antes, ya sea adquiriendo un bien o dándose algún "gustito".
Técnicamente, los analistas denominan a este fenómeno como el "aumento en la velocidad de circulación del dinero".
Hasta hace pocos meses, este tema era uno de los más mencionados por los economistas en su ranking de preocupaciones, habida cuenta de su impacto en la suba general de precios.
En efecto, la inflación puede verse potenciada por dos cuestiones: o bien porque hay billetes "de sobra" volcados a la sociedad -más de los que necesita- o bien porque los mismos pasan más rápido de mano en mano. O por la suma de los dos efectos, tal como ha venido ocurriendo en este último tiempo.
Sin embargo, en la Argentina todo es posible. Más aún si se trata de abruptos cambios de escenario.
Sucede que ahora, del "sacarse rápido los pesos de encima" se pasó -sin escalas- al "no desprenderse de los billetes de $100". Y cuidarlos como si fuesen un tesoro.
Claro está, que esto viene dejando una profunda huella en los hábitos de consumo de los argentinos. También en los comercios, en particular en aquellos que esperaban capitalizar el veranito en los lugares turísticos.
"Es muy raro todo esto. Porque en otros momentos históricos de alta inflación, como en la hiper de finales de los 80, no hubo falta de billetes. Y eso que en aquella época estaba poco desarrollado el sistema de tarjetas de crédito y la economía era mucho más dependiente del efectivo, en comparación con la de estos días", señala Andrés Méndez, director de la consultora AMF.
Mendez, como casi todos sus colegas, apunta dos grandes diferencias respecto de aquel momento inflacionario y el actual. La primera es la falta de adecuación de la denominación de los billetes. La segunda, la imprevisión del Gobierno respecto de la demanda de efectivo.
"Es sabido que desde 2003 comenzó a plantearse la necesidad de un billete de $200 y el Gobierno se viene negando. Pero cuando se tiene una inflación de un 25% anual, subir la denominación se hace inevitable", afirma Maximiliano Castillo, socio de la consultora ACM.
Para el analista, recién cuando se tome esa decisión se resolverá por completo el problema de la escasez de billetes.
"Por más que ahora intenten poner parches a la situación, a mediano plazo no queda otra solución que tener papeles de mayor valor", advierte.
¿Cuántas caritas de Roca hacían falta antes y ahora?Las cifras parecen darle la razón a los expertos. Hace dos años, un empleado que percibía el salario promedio que calcula el Indec para Capital, necesitaba 26 billetes para retirar sus haberes completos de un cajero automático. Hoy, esa misma persona requiere de unos 40.
Es decir, un 50% más de unidades de $100 para cajeros que siguen teniendo la misma capacidad física.
Por otro lado, y según da cuenta la investigación de Mendez, el circulante ha experimentado una fuerte aceleración.
A punto tal, que la cantidad de billetes en poder de los argentinos ya es un 33% más elevada que la de 12 meses antes.
Y ahí es donde aparece el segundo problema. Es decir, la imprevisión sobre la cantidad que requeriría una economía en expansión, justo en el momento del año en que se produce un pico estacional en el uso del dinero.
El cálculo de Méndez es que escasean , nada más y nada menos, que unos $2.000 millones por día, producto de una demanda que supera con creces la oferta.
En otras palabras, para que se terminen las odiadas colas frente a los cajeros automáticos se necesitaría a diario una provisión extra de 20 millones de papeles con la efigie de Julio Argentino Roca.
En el mismo sentido, un trabajo de Federico Bragagnolo, analista de la consultora Econviews, revela cómo la inflación ha tenido su impacto sobre el dinero en circulación: en 2003, sólo uno de cada tres billetes eran de $100, mientras que hoy son más de la mitad.
Y agrega que, producto de la depreciación, el billete de $100 de hoy rinde lo mismo que $25 de 2001.
"Es decir, que si para comprar un bien que costaba $100 en 2003 se necesitaba un solo billete, hoy ese bien cuesta $400 y hacen falta 4 de $100. Si hubiese uno de $200, la necesidad se reduciría a la mitad", argumenta.
En la misma línea, el ex titular del BCRA, Alfonso Prat Gay, remarca que la necesidad de un papel con mayor denominación se viene evidenciando desde 2004.
"Ese año, con $100 comprabas 16 kilos de asado. Hoy, apenas 3", ilustra el actual diputado.
Prat Gay agrega que el 90% del circulante -no en cantidad de papeles, sino en el monto total de dinero que éstos representan- está explicado por billetes de $100.
Según el economista, "no hay ningún país en el mundo donde el de mayor valor tenga tanto protagonismo. Cuando eso ocurre, es natural que se pase a una más alta denominación. Pero este Gobierno insiste en no dar ese paso para no reconocer que hay inflación".
Verano con viento frío
Lo cierto es que, después de haber experimentado durante meses la "embriaguez" del dinero en efectivo que reactivara la economía, ahora empezó a instalarse el temor de que sobrevenga un enfriamiento en la actividad comercial en este principio de año.
Testigo de esto son los empresarios turísticos y comerciantes de la costa atlántica, el lugar donde se manifestó el problema con mayor gravedad.
"Es algo que genera mucho malhumor entre los veraneantes, que a veces pierden una gran parte de su día recorriendo cajeros", señala Ricardo Roza, vicepresidente de la Cámara Argentina de Turismo.
Y advierte que ya se está sintiendo el efecto del faltante de efectivo en el comercio.
En particular, en los rubros que se manejan básicamente con cash, como el transporte, los pequeños locales de indumentaria, de entretenimiento y parte de la cadena gastronómica.
En la misma línea, el empresario marplatense Juan Blas Taladrid, secretario general de la Unión del Comercio, Industria y Producción, ratifica que hay señales más que evidentes de que la gente está más reticente a la hora de utilizar su dinero físico.
En ese sentido, da cuenta del notorio aumento en el uso de la tarjeta de débito, cuyo volumen de compras se ubica hoy muy por encima del registrado tiempo atrás.
El dato es confirmado desde el sector bancario.
Milagro Medrano, gerente de Relaciones Institucionales del Banco Macro, indica que en las últimas dos semanas se notó un pico en el uso de este medio de pago, con una suba del 40%.
Claro está, que todavía la posibilidad de que las compras con débito se generalicen es limitada, habida cuenta de que el 40% de los hogares argentinos no está bancarizado, de acuerdo al último relevamiento realizado por el Banco Central.
"Si uno suma la tarjeta de débito y la de crédito, eso sólo explica un 50% de la facturación de los locales comerciales. Vale decir que el mayor uso del plástico no llega a compensar las ventas que se pierden por la falta de efectivo", señala Taladrid.
Y agrega que un efecto de la escasez de cash es el de una redistribución del volumen comercial, en desmedro de los pequeños comercios y a favor de las grandes cadenas.
El poder de la escasez
La esperanza de los funcionarios del Banco Central está puesta en que, pasado el pico estacional de la demanda de billetes, la situación tienda a normalizarse.
Sin embargo, aun si el problema pudiera solucionarse en el corto plazo, hay quienes advierten sobre la posibilidad de que resurja en el mediano plazo. Bragagnolo, de Econviews, recuerda que el programa monetario "prevé un explosivo crecimiento de la cantidad de dinero para junio, cuando podría superar el 40% anual, lo cual ya anticipa que el problema se repetirá".
Además, existe un factor adicional que exacerba el problema y enfría más el uso del cash: el efecto psicológico que genera la escasez.
Como ocurrió en tantos otros momentos de la historia económica argentina, se produce una especie de profecía autocumplida. Cuando se corre la versión de que un producto está faltando, la sociedad se "sobrestockea", en previsión de que el problema se agrave. Y esto no hace más que agudizar la crisis.
Esto es lo que ha ocurrido en casos de faltantes de algunos productos comestibles -que se evidenció con el conflicto campo Gobierno- o bien en momentos cuando la demanda para cargar nafta supera la oferta.
"Cuando surge el rumor de que va a faltar combustible, la gente llena el tanque aun cuando no lo necesite y recién cambia de actitud cuando ve que la situación tiende a normalizarse. Con el efectivo está ocurriendo lo mismo", apunta Castillo, quien además remarca que "alguien que hizo una cuadra de cola frente a un cajero, ya no va a retirar la cifra que originalmente tenía pensada, sino que tenderá a llevarse su límite máximo".
Esta situación preocupa especialmente a los bancos, que consideran que los $650 que los argentinos retiran en promedio por cada extracción de cajero ya es, de por sí, una cifra elevada en términos internacionales.
De manera que los argentinos se encuentran en plena campaña de stockeo de los billetes, al menos hasta que haya señales claras de que el problema esté resuelto.
Claro está, que la gravedad de la escasez no es la misma cuando se habla de la falta de un producto específico, como el artículos comestbiles o la nafta, que cuando se refiere al cash.
Y ese el motivo de la preocupación de los comerciantes, que ven una fuerte tendencia a que los billetes se nieguen a salir de la cartera de la dama y de la billetera del caballero.
Como argumenta Méndez, de AMF, lo que los argentinos hacen, en definitiva, es reaccionar a los incentivos que el Gobierno aplica: "Antes se sacaban los pesos de encima y consumían sin parar y ahora aprietan los billetes y piensan bien antes de usarlos. Es siempre una cuestión de incentivos".
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